viernes, 28 de diciembre de 2012

"La parte de atrás"


La parte de atrás
Juan José Millás

Soñé que salía a la calle y que todo estaba de espaldas. Sólo se veía la parte de atrás de las casas y la nuca de las personas y los traseros de los perros y las colas de los pájaros. Caminaba por un callejón trasero que en vez de mostrar los escaparates de las tiendas, enseñaba su parte de atrás, su lado oscuro. El mundo me había dado la espalda. Giré la cabeza hacia atrás, pensando que, de ese modo, vería narices, ojos, bocas, párpados, pero mirara donde mirara sólo había nucas, nalgas, omoplatos. Una vez que me resigné al espectáculo, me di cuenta de la poca atención que le prestamos a esta parte del cuerpo y de la realidad. Trabajaba, en el sueño, como ayudante de un fotógrafo que sólo fotografiaba el envés de las personas y las cosas. Naturalmente, yo sólo veía la espalda del fotógrafo. Las paredes de su estudio estaban llenas de retratos de personas que sólo enseñaban la nuca. En medio de todas aquellas fotografías, vi la de un árbol que resultaba una rareza, pues los árboles no tienen parte de delante ni de atrás. ¿Los hace eso más perfectos?

Vivía con mi esposa y cuatro hijos, todos de espaldas a mí. No sabía de qué color tenían los ojos, ni si eran guapos o feos. Mi mujer poseía unos omoplatos suaves, dos bultitos que me gustaba acariciar. Me excitaban casi tanto como unos pechos. Pero por más que intentaba, cuando hacíamos el amor, colocarme en una postura que me permitiera verla por delante, ella actuaba de tal modo que siempre me mostraba el mismo lado. Teníamos un canario que siempre me daba el culo, aunque no paraba de cantar. La jaula, como el árbol, no tenía más que un lado, pues era redonda y completamente simétrica. Por la noche, después de cenar, nos sentábamos frente al televisor, pero yo sólo veía su tubo, y las nucas de los componentes de mi familia. La nevera, al estar de espaldas, tenía la puerta pegada a la pared, por lo que resultaba, para mí al menos, completamente impracticable.

La vida cotidiana estaba llena de pequeñas dificultades, pues en vez de cepillarme los dientes, tenía que conformarme con raspármelos por la parte de atrás del cepillo. Y para sacar la crema del dentífrico tenía que forzar el culo del tubo. Naturalmente, llevaba las camisas del revés, lo que constituía una tortura a la hora de abrochar sus botones. Lo peor, con todo, eran los libros, pues sólo se podían abrir por atrás. Al principio los leía de atrás hacia delante, pero pasado el tiempo comencé a leerlos directamente del revés. Quiero decir que la realidad dio de súbito, aunque con la naturalidad con la que se viven las cosas más raras en los sueños, un cambio sutil, de manera que a partir de determinado instante las cosas no sólo estaban de espaldas, sino al revés. Mi familia, por ejemplo, llevaba las vísceras por fuera, igual que el canario. Y en lugar de decirme buenos días, decían said soneub.
- Said soneub –respondía yo adaptándome, pero consciente de que todo estaba patas arriba.

Salí a la calle y vi que le habían dado la vuelta como a un calcetín. Los grandes edificios tenían todo su interior al aire libre. Veía a las personas, si se podía llamar así a aquellas calamidades, por los pasillo de sus casas. No había fachadas. Las fachadas estaban ahora en la parte interior. Todo era un caos de tuberías, de tripas, de infraestructuras al aire libre.

Me desperté sin agobios, pero extrañado. Antes de colocarme los calcetines, me aseguré de que estaban del derecho. Lo mismo hice con la camisa y con la camiseta. Me despedí de mi mujer y cogí el coche, pues ese día tenía que viajar. Como iba bien de tiempo, en vez de tomar la autopista cogí una carretera secundaria. Advertí que el paisaje de esta carretera era en cierto modo la parte de atrás del que se apreciaba desde la autopista. Sin darme cuenta, había vuelto, ya despierto, a la parte de atrás. Sonreí imaginando que el siguiente paso consistiría en viajar por el revés de la realidad. A la sonrisa le siguió un movimiento de pánico. Dio la casualidad de que pasé junto a una gasolinera que estaba de espaldas a la carretera (seguramente daba el frente a la autopista). También vi la fachada trasera de varios restaurantes. Comprendí que debía regresar enseguida a la autopista, pero no veía el modo; no había ninguna indicación que la anunciara. ¿Y si me resigno, me pregunté, a llegar a mi destino viajando por la parte de atrás? Lo hice, me resigné, pero con mucho miedo. Comprendí, al terminar el viaje, hasta qué punto estamos habituados a vivir sólo en una parte de la realidad. Es un error, como si sólo habitáramos una parte de nuestra casa, o de nuestro cuerpo.

"Un cuento para año nuevo"


Un cuento para año nuevo
La parte de Atrás

El programa de rTVE propuso para el año nuevo pasado un juego creativo, en el que 12 artistas de diferentes disciplinas crean e interpretan un cuento para televisión. Sobre la base de la historia original escrita por el novelista Juan José Millás, otros once artistas pertenecientes a diversos campos creativos reinterpretan diferentes fragmentos del cuento utilizando el lenguaje propio de su oficio. El resultado fue la película que dejo a continuación:

"Dudas gramaticales"


Dónde resolver dudas gramaticales
en internet

Fundéu BBVA
Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) es uno de los sitios de internet con más recursos para resolver dudas gramaticales. En su sección ‘Recomendaciones’ ofrece asesoramiento sobre el uso correcto de palabras y expresiones.

ReglasDeOrtografia.com
Web dedicada a la gramática con apartados en los que se repasan palabras dudosas, errores habituales, extranjerismos, siglas y acrónimos, etcétera.

Fundación de la Lengua Española
La web de la Fundación de la Lengua Española ofrece multitud de recursos, como un apartado de consulta de expresiones populares o un blog dedicado a las muletillas.

RAE
Además del diccionario, la web de la Real Academia Española dispone también de un apartado de consultas lingüísticas.

Otros sitios:
Wiktionary.org (diccionario de la Wikipedia)
Espin (Academia Mexicana de la Lengua)
ElCastellano.org

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jueves, 27 de diciembre de 2012

Mi regalo de Año Nuevo


Vida nueva
Emilia Pardo Bazán

Ángela entró: llegóse al espejo, dejó resbalar el rico abrigo de pieles; quedó en cuerpo, escotada, arrebolada aún la tez por la sofoquina del sarao, y se miró, y expresó en la cara esa rápida, indefinible satisfacción de la mujer que piensa: "¡No estoy mal! Lo que es hoy parecí bien a muchos."

Fue, sin embargo, un relámpago aquella alegría. Se nublaron los ojos de la dama; cayeron sus brazos perezosos a lo largo del cuerpo, y subiendo con negligencia las manos, empezó a desabrochar el corpiño. Antes del tercer corchete, detúvose: "Le aguardaré vestida -pensó-. Al cabo, hoy es noche de Año Nuevo. ¿Será capaz de irse en derechura a su cuarto?"

Cuando Ángela, resuelta ya, volvió a subir el abrigo y se reclinó en el diván para aguardar cómodamente, su corazón brincaba muy aprisa, y tumultuosas sensaciones hacían hervir su sangre y estremecían sus nervios. "También no es suya toda la culpa -pensaba, acusándose a sí propia, táctica usual en los desdichados-. Yo he dejado que las cosas se pusiesen así. Veo que desaparecen las costumbres tan monas de la luna de miel..., y transijo. Veo que se establecen otras secatonas, vulgares... y resignada. Veo que empezamos a salir cada uno por su lado... y no me atrevo a quejarme en voz alta. Veo que sólo nos hablamos a las horas de comer... y me da vergüenza de presentarme triste o furiosa. Esto no puede ser; algo he de poner de mi parte. La dignidad es cosa muy buena, sí, muy buena...; pero cuando se sufre y se rabia, y se le pasan a uno por la cabeza tantas ideas del infierno en un minuto, ¡valiente consuelo la dignidad!"

No era Ángela de las mujeres que lloran a dos por tres. Al contrario: aborrecía las lágrimas y los pucheros. Sin embargo, al concluir el soliloquio, sospechó que tenía los ojos húmedos... y, despechada, los frotó con el pañolito de Alençon que llevaba escondido en el pico del corselete. "El caso es -pensó, impaciente- que voy a tener plantón para rato. Me he venido tan temprano, sin querer tomar ni una taza de té... ¿Qué hora será?"

Como respondiendo a la pregunta de su dueña, el reloj de bronce dorado produjo esa ligerísima trepidación que anuncia que va a dar la hora, y empezó a darla, clara, argentina y delicadamente. Ángela contaba ansiosa: "Una, dos, tres, cuatro... No cabe duda, las doce... ¡Ha muerto un año, y el siguiente empieza al vibrar la última campanada!"

Ángela se levantó. El tocador, que precedía a la alcoba, se encontraba alumbrando solamente por las bujías que ante el espejo encendiera la doncella al retirarse. Otro espejo mayor, el del tremó, colocado enfrente, reflejaba las lucecillas en su ancha luna y fingía, allá en el fondo de la estancia, titilaciones vagas de objetos, movimientos de cortinajes y formas extrañas de muebles, que se prestaban a cualquier capricho de la imaginación. Ello es que Ángela, exaltada, materializó, por espacio de algunos segundos, la imagen del año que se iba y la del que venía. Los vio tal cual los pintan en alegorías y almanaques: el que se iba, centenario de luenga barba nívea, de agobiado espinazo, de trémulas manos secas, apoyado en nudoso bastón, envuelto en burdo capote gris, del gris acuoso de las nubes; y el que venía, rollizo bebé, en camisa, hoyoso, carrilludo, colorado, juguetón de pies, acariciador de manos, con luz del cielo en los ojos azules y rosas de primavera en los labios, que aún humedece la ambrosía de la leche maternal...

"A la verdad -pensó Ángela-, nene, eres muy lindo...; pero me gustarías más si tuvieses la cara de mi José Luis. ¡Año nuevo, añito nuevo, de poco me sirves si no traes vida nueva!... Mira, añito, que estoy determinada: o me la traes, o... ¿para qué quiero la que tengo?", exclamó casi en voz alta, cubriéndose el rostro con las manos y dando rienda suelta a sollozos roncos, rugidos de leona.

De súbito se enderezó; echó atrás la cabeza, brillaron sus ojos, se inflamaron sus mejillas... No cabía duda: sus pasos. Aun apagados por la alfombra, ¡cómo resonaban en el alma!¡Sus pasos!... ¡Tan temprano!... ¡Tan oportunamente!... ¡Con tal acierto amoroso!... ¡Al dar las doce de la noche, la primera hora del año!

Ángela se precipitó a la puerta a tiempo que ya la empujaba José Luis. Su mujer le recibía con loco abrazo, olvidando toda la estrategia de coquetería que momentos antes combinaba para dar la batalla decisiva y recobrar, o saber si había perdido de veras, al amado esposo. ¡Rara coincidencia! Diríase que un pensamiento mismo o una misma necesidad de afecto puro, fuerte, sincero, ardoroso, impulsaba a ambos cónyuges, a una misma hora, a soltar la cadena por donde la habían roto desde tiempo atrás la indiferencia y el cansancio del varón. ¿Qué ocultos móviles determinaban la conducta de José Luis! ¿Desengaños y heridas fuera, que le llevaban a buscar calor dentro! ¿O, pensando más cristianamente, ritornelos de un amor no muerto, aunque adormecido? Lo cierto es que, desde el primer instante, vio y sintió Ángela que no era necesario atizar el fuego, pues conoció su intensidad en las ternezas y halagos, en las balbucientes palabras y hasta en el propio silencio del marido, que con dulce violencia la arrastraba al diván, y recostaba en los hombros de raso de la dama una frente tersa y juvenil, cubierta de pelo negro, cuyo aroma conocía Ángela tan bien que sus vagas emanaciones le causaban delicioso escalofrío.

La alegría prestó resolución a Ángela, y su corazón, antes cerrado, se abrió como se abre una flor de estufa en la templada atmósfera que prefiere. Durante un intermedio de venturosa languidez se desató su lengua, tuvo valor para quejarse de lo pasado, y dijo su soledad, su abandono en medio del desierto social, su desesperación muda, sus oscuras meditaciones, sus lágrimas sorbidas, sus protestas silenciosas y hondas... José Luis sonreía, mostrando los dientes blancos entre la limpia y sedosa barba, y contestaba con halagos, con risas, con graciosa mímica tierna y aduladora:
 -Hoy empieza Año Nuevo, ¿sabes?-suspiraba ella, vehemente, anhelosa, menos embriagada con la realidad que embebecida en la esperanza.- Año nuevo, vida nueva... ¿Verdad que sí? ¿Verdad que no volverán días como esos del año pasado, tan largos, tan fríos, tan horrorosos? ¡Ese año maldito tuvo lo menos dieciocho meses! ¡Anda, dime que no volverán!... Vida nueva...
 -¡Vida nueva!-repitió él, festivamente, ayudando, con gentil desmaña, a desceñir el elegante corselete de terciopelo rosa que rodeaba el talle de su mujer...

A la mañana siguiente, Ángela despertó antes que la doncella abriese las maderas: ardía aún la lamparilla tras los vidrios de colores que protegían su luz, y en tibio ambiente quedaban indefinibles rastros de la emoción, de la ventura pasada. Ángela miró a su alrededor; se vio sola; y seria, reflexiva, sacudiendo el sueño, se incorporó sobre el codo. "Unas horas felices, sí; ¡pero después!... Él se reía; ¡cómo se reía con aquello de vida nueva!... ¡Pobre de mí! No hay que soñar... Hoy empieza un año que será lo mismo que el otro... Hice mal en estar tan cariñosa... ¡Bah! Si el caso volviera a presentarse..., ¡estaría lo mismo! Año nuevo, ¡embustero!, me has engañado..."

Al pensar así, creyó Ángela que en las cortinas que cerraban el paso al tocador se agitaba una figurilla... La escasa luz no le permitió distinguirla claramente; pero la figurilla apartó las cortinas, y Ángela no pudo dudar. Era el Año Nuevo, el chiquitín, riente, rubio, fresco, con su camisilla de encajes, su gorrito de batista... Debajo del brazo traía una cuna dorada, con lazos de cinta azul. También él reía, como José Luis, pero reía a carcajadas, con la risa deliciosa de la primera niñez, que vierte chorros de inocencia divina y amenazaba con el dedito a la dama... Hasta fantaseó ella que el nene pronunciaba palabras sueltas, en media lengua confusa: "¡Tonta!... Yo necesito... ¡Vida nueva!... ¡Si..., yo..., vida nueva!... ¡Yo!..."

Ángela juntó las manos. Sus ojos se dilataron, su pecho se alzó para respirar ansiosamente; un ola de misterioso júbilo ascendió, desde las profundidades de su ser, al rostro, transfigurado por extática beatitud.
-¡Un niño!-murmuró, temblando.

"El Liberal", 1 de enero de 1893.

"Los más bellos cuentos zen"


Fragmento de Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel

"Mis kytos son muy precisos, de modo que te voy a preparar uno para ciento cincuenta años exactamente. Pero ¿te lo has pensado bien? Tienes ochenta años: te quedarán por vivir setenta, menos de lo que has vivido; pero bueno, eso es lo que deseas, y tú eres un hombre sabio y poco exigente."

"Enigma asíatico"


Fragmento de Enigma asiático
Carolin Philipps

"Sentía sobre ella miles de voces estridentes y extrañas. Si estuviera en la luna probablemente no se sentiría más extraña que ahí, en medio de voces desconocidas y signos incomprensibles... /...cuando se ha vivido lo mismo al mismo tiempo en el mismo lugar y en las mismas circunstancias. Sólo entonces se puede comprender realmente."

sábado, 22 de diciembre de 2012

"Laberinto de muerte"


 Fragmento de Laberinto de muerte
Philip K. Dick

"-No quiero saber nada. No quiero oir nada. -Oyó el balido de su voz débil, parapetada en su ignorancia. El balido de la necedad, de la enorme locura de que era capaz. Lo sabía, lo reconocía cuando se lo decían, pero aún así se empecinaba en actuar de esa manera-. Sé que no soy perfecto. Pero no puedo cambiar. Estoy satisfecho."

Mi regalo de Navidad


Cuento de Navidad
Ray Bradbury

El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando éstos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos? -Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué...? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
-Pero... -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Puedo tener un reloj? -preguntó el niño.
Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro.
Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.

"La bicicleta de Sumji"


Fragmento de La bicicleta de Sumji
Amos Oz

"Empecé a recopilar mis pensamientos, tal como mi padre me lo había enseñado a hacer en el momento de tomar una decisión. Me había enseñado a trazar sobre el papel todos los posibles derroteros, junto con los pros y los contras, y borrar uno por uno los menos prometedores, para calificar  los restantes de acuerdo con una escala. Pero de poco me serviría un lápiz, ahora que no había luz. En vez de eso, hice una lista de todas las alternativas en mi cabeza..."

"Waslala"


Fragmento de Waslala
Gioconda Belli

"...tomó un libro y, poniendo la cara muy cerca de sus páginas, cerró los ojos. A ella también le gustaba oler los libros. Ahora el olor la transportaba al río, a su infancia en el estudio del abuelo mientras él escribía interrumpiéndose a menudo para hablarle, usarla como interlocutora como si fuera una adulta y no la niña que, sin entender, se quedaba embobada escuchando sus palabras."

sábado, 8 de diciembre de 2012

"La Pasión según G.H."

Fragmento de La pasión según G.H.
Clarice Lispector


"Todo se reducía ferozmente a no dar nunca el primer grito -un primer grito desencadena todos los otros, el primer grito al nacer desencadena una vida, si gritase despertaría a miles de seres gritantes que comenzarían sobre los tejados un coro de gritos y horror. Si gritase desencadenaría la existencia -¿la existencia de qué?, la existencia del mundo. Con reverencia temía la existencia del mundo para mí."

22 storytelling Pixar´s rules


domingo, 2 de diciembre de 2012

"Saca la lengua"


Fragmento de Saca la lengua
Ma Jian

"Esa vez no temblé para nada. Sonreía mientras la veía desenvolver su sari, luego salté hacia ella y le chupé la piel como si estuviera sediento. Desde esa vez nos volvimos inseparables. Tan pronto como caía la noche la buscaba, siguiendo el aroma de almizcle hasta su cuarto. Aún durante el día podía saber dónde estaba con sólo buscar su aroma en el aire."

"Daba la sensación de que, en esa tierra sagrada, Buda no se había podido salvar ni a sí mismo; entonces, ¿cómo podría salvarme? Mientras, mi fe caía en un pozo, me sentí hueco e indefenso, tan patético como un paciente que saca la lengua y le ruega a su médico que le dé algún diagnóstico."

sábado, 1 de diciembre de 2012

"País de nieve"



Fragmento de País de nieve
Yasunari Kawabata

"Hablaba febrilmente, como ávida de un interlocutor atento, y poco a poco comenzó a aflorar en su actitud la gracia distraída que delataba a las mujeres dedicadas a los menesteres del placer. Parecía, además, saber todo lo que había que saber de los hombres."

La bailarina de Izu


Fragmento de La bailarina de Izu
Yasunari Kawabata

"Lancé un suspiro de alivio y reí en voz alta. Es una niña... una niña que puede correr desnuda a plena luz del día, sobrecogida por la alegría al encontrarme, alta en punta de pie. Continué riéndome encantado. Sentí la cabeza despejada como si me la hubieran limpiado con un trapo. No podía dejar de sonreir."

"Mil grullas"


Fragmento de Mil grullas
Yasunari Kawabata

"Había lirios japoneses en el nicho. Había lirios siberianos en el obi de la muchacha. Quizás era una coincidencia. Pero los lirios eran las flores más comunes de la estación y, quizás, ella había planeado la combinación."

"Lo bello y lo triste"


Fragmento de Lo bello y lo triste
Yasunari Kawabata

"Tú ya probaste el veneno y aún no lo admites, ¿no? Pero yo sé que puedes encontrar un buen antídoto. A veces se necesita un veneno para contrarrestar otro veneno. Quizás el remedio sea amargo, pero tienes que cerrar los ojos y tragarlo.".